Deme dos empanadas de chorizo.
Le dije a la vendedora de empanadas.
Dos empanadas doraditas
rellenas de jugosos trozos de chorizo.
Mi suculento desayuno.
En tres mordiscos ya habían desaparecido.
Deme otra empanada de chorizo, ¡por favor!
Y al primer mordisco
y de la pulpa sustanciosa de mi empanada,
el pequeño destello verde iridiscente
del cadáver de una mosca ahogada en la grasa.
Así también,
me repugna la social democracia.
jueves, 25 de abril de 2013
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