De niño solía hacer puentes de arena, se me dificultaba el pelar naranjas, me gustaba el aroma de los útiles escolares nuevos y comía muchas, muchas ciruelas. Extraño el timbre del recreo y los paseos sobre los hombros de papá.
Bajo un farol ...la ciudad se convierte en letras y se observa la realidad urbana, el olor de la rutina con el café de las mañanas, el reportero del noticiero pesimista del medio día, los muslos de porcelana entrecruzados de una mujer sentada en la estación del metro, la luz roja del semáforo odiada por los taxistas, la noche con el humo de cigarrillo y los neones que titilan de placer o tal vez de miedo. Bajo un farol se ven las redadas de policias, las prostitutas en andenes saludando a la luz automotriz, se escucha el silencio interrumpido por las sirenas de ambulancias y se ven los peatones aburridos regresando a casa. Bajo un farol ...la ciudad se convierte en letras.
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